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ARMENIA: AÑO 1928
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De manera definitiva, los hermanos habían decidido abandonar la ciudad de Cartago, anduvieron por algunos pueblos del viejo Caldas indagando acerca de las condiciones que les permitieran fundar una nueva obra. A finales del mes de enero de 1928 arribaron a la naciente Armenia, poblado que a la sazón tenia 39 años de haber sido fundado y el 25 de vida municipal, donde después de visitar al señor cura párroco como se acostumbraba cuando se llegaba a una ciudad, al salir al marco de la plaza principal, de manera casual se encontraron con el padre Manuel A. Pinzón, quien años más tarde sería nombrado capellán del ejército. Luego de los saludos de rigor, los hermanos expresaron al sacerdote el motivo de su visita a la ciudad. Éste se entusiasmó con la idea de los relogiosos y de manera generosa se ofreció para colaborarles en todo lo que estuviese a su alcance.

Despúes de este encuentro del todo casual, el sacerdote y los dos hermanos comenzaron a recorrer el centro de la ciudad para buscar una casa en donde pudiera comenzar a funcionar el nuevo colegio. No se habían encontrado con más de dos o tres personas, cuando un ocasional transeúnte les indicó que buscaran a don Pablo Londoño, quien estaba arrendando una vieja casona que les podría servir.

Don Pablo recibió al sacerdote y a los visitantes con toda la amabilidad que lo caracterizaba, y con ellos se dirigió a la esquina de la carrera 16 con la calle 19 para enseñarles una vivienda de su propiedad que pensaba arrendar. A los hermanos les pareció una buena posibilidad para comenzar, luego de los arreglos de rigor y de haberles permitido que realizaran las reformas que consideraran necesarias para que allí comenzara a funcionar un colegio, se despidieron de tan amable señor

Ese mismo día, el padre Pinzón expresó al hermano Julio José que con toda tranquilidad podrían regresarse para Cartago para hacer maletas y volver a Armenia cuanto antes con los otros hermanos, y que él les tendría todo dispuesto para que pudieran iniciar sin tropiezos el año escolar.

Así lo hicieron los dos hermanos. Entre tanto, el sacerdote consiguió algunas piezas de madera y contrató algunos carpinteros para que organizaran las habitaciones de la vivienda como salones de clase, reformaran la cocina y la despensa, y adaptaran un pequeño oratorio. Con mucha diligencia se construyeron bancas y tableros y, en general, se dispusieron de la mejor manera posible las "nuevas instalaciones"

Un día después de que los hermanos regresaron a Cartago, el diligente sacerdote ya había colocado algunos letreros: uno a la entrada de la vivienda que se estaba adaptando para el colegio, el cual decía: " En esta casa y la semana entrante, empieza a funcionar el Colegio de los reverendos Hermanos Maristas. Están abiertas las matrículas". El otro letrero, de su puño y letra, lo colocó al frente de su residencia en la calle 20, frente al antiguo edificio de Rentas, y decía: " Están abiertas las matrículas del Colegio San José dirigido por los Hermanos Maristas". Al regreso definitivo de los hermanos los primeros días del mes de febrero ya se habían matriculado 52 niños. De verdad, el entusiasmo de los pobladores de la ciudad era grande, puesto que intuían en el nuevo colegio una gran oportunidad para educar a los niños y jovenes con necesidad de emigrar a ciudades "lejanas" como la capital del departamento, Manizales.

Con el hermano Julio José como superior de la comunidad y primer rector del colegio San José, llegaron los hermanos Hernando, Jobias Clemente y Porfidio.

El nuevo establecimiento educativo comenzó clases el lunes 6 de febrero con un total de 93 niños matriculados para cursas preparatoria, primero, segundo, cuarto y quinto de Educación Básica Primaria. De estos niños terminaron el año 66.

Con el paso del tiempo, los hermanos comenzaron a pensar en la necesidad de adquirir una sede propia. Y de nuevo aparece la figura providencial del padre Pinzón quien fue definitivo en la negociación que condujo a la adquisición de los terrenos que hoy ocupa el Colegio. En el año 1930, con el visto bueno del Superior Provincial de la época, el hermano Julio contactó de nuevo a la Junta Urbanizadora de los terrenos del San José y el Bosque, para indagarles acerca de algún lote que tuvieran para la venta. Con la asesoría del sacerdote Pinzón, eligieron el lote comprendido entre las actuales calle 20 y 21 y las carreras 22 y 23, diagonal al Bosque.

LA SEDE PROPIA: AÑO 1938

Aunque muchos cronistas sostienen que las nuevas instalaciones del Colegio San José se estrenaron en el ao 1935, la realidad, según el testimonio fidedigno del hermano Rafael Rengifo Reina, es que sólo hasta 1938 se produjo este acontecimiento, al final del período rectoral del hermano Buenaventura.

Las nuevas instalaciones en aquel año tenían unas dimensiones más pequeñas que las de ahora; sin embargo, en la Armenia de esa época resultaban imponentes y dignas de la admiración de todos. La construcción tenía forma de L y constaba del bloque de dos pisos y sótano que da sobre la carrera 22, y unos 40 metros de la actual edificación de dos pisos, que linda con la calle 20. Todo lo demás constituía un patio muy amplio con canchas deportivas para la práctica del baloncesto y el fútbol.

 

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